Un día me di cuenta de cómo era el mundo: Terrible y hostíl.
Y me inventé un cuento.
Un día me preguntaron cómo era mi vida, y no fui capaz de responder.
Entonces, me inventé un cuento.

[ Distorsión de la realidad ]

Noche.

Filed Under () by Rhea on sábado, 15 de noviembre de 2008

Ella...

La noche había caido hacía rato, y ella estaba sola en su habitación. Había roto algo preciado y su castigo no tardaría en alcanzarla. En caer sobre ella, como un manto pesado que la privase de oxígeno. Y en efecto, la puerta se abrió y la persona que entró por la puerta no dijo nada. Sencillamente, se acercó a las ventanas y bajó las persianas, sumiendo la habitación en oscuridad total.
Un leve sollozo comenzó a resonar en sus oidos, y miró a la pequeña que descansaba sobre la cama.
-No llores- le espetó.
Pero ella no podía parar, no en vano, aquella situación le producía pánico, pavor. En breves el silencio, la soledad la acogerian en su seno y la luz se apagaría... quizá para siempre... quizá no volviese a verla.
Y la persona salió de la pequeña habitación, dejandola sola una vez más.
Las sombras se colaban por los poros de su piel, alcanzando su corazón y oscureciéndolo. Empezó a temblar, y se levantó de la cama, ciega. Puso los desnudos pies en el suelo y quiso gritar pero posiblemente la castigasen más asique decidió callar.
No veía nada, no había nada que ver.
Sus pensamientos se agolpaban, mezclándose y formándose una única súplica: ¡Mamá!
Pero nadie acudía a socorrerla y empezaba a costarle respirar. Sus miedos tomaban forma y la atacaban desde todos los flancos posibles.
Entonces no pudo soportarlo más. Alzó las persianas y abrió la ventana. Se asomó a ella y gritó con todas sus fuerzas, mientras las lágrimas caían por sus mejillas, enrojeciendolas.
-¡¡PAPA!!
Y él se giró. La perra ladró... y pudo ver rabia, enfado en la mirada de él; cariño y comprensión en la de ella.
Se volvió, e inició la vuelta a casa.
La niña se retiró temblando de la ventana, a sabiendas de que habia vuelto a cometer otro error. Otro error fatal. Se sentó recta en la cama e intentó no llorar.
La puerta no tardó en abrirse, tanto la de su casa como la de su habitación. Él entró y la pequeña sitió un dolor ardiente en las mejillas, un impulso, y se encontró con la mejilla apoyada en la almohada.
Luego las persianas volvieron a bajarse. La oscuridad a tomar forma, y la persona a salir.
Otra vez estaba sola. Otra vez tenía miedo.
Pero no sería la última.

A veces el miedo pasado,
nos hace fuerte en el presente;
e invencibles en el fururo..

Pero hay miedos,
que siguen estando
bajo otras formas
y otros momentos.