Un día me di cuenta de cómo era el mundo: Terrible y hostíl.
Y me inventé un cuento.
Un día me preguntaron cómo era mi vida, y no fui capaz de responder.
Entonces, me inventé un cuento.

[ Distorsión de la realidad ]

Llegada

Filed Under () by Rhea on sábado, 9 de mayo de 2009

Es hoy...
El tic tac del reloj de la estación empezaba a hacerse insoportable, pero la mirada estaba fija en él, no podía moverse. Iba del reloj a las vías del tren, esperando oir el sonido de la locomotora y a los pasajeros que iban en él. Pero no llegaba y empezaba a impacientarse. Se tocaba el pelo nerviosamente, peinándose el flequillo recto, mirándose sin ver las uñas, cambiando de posición los pies, imaginando una y otra, una y otra, una y otra vez la misma escena desde ángulos completamente diferentes. Se cuestionaba la forma de reaccionar, ¿cuál sería la correcta?. "La que salga de forma natural" se decía.
El tic tac del reloj de nuevo. Otro cambio de peso, ahora sobre el pie derecho. Quería desplomarse, pero se obligaba a permanecer de pie. Las cadenas de la falda le revoloteaban entre las piernas, a causa del viento frío y silbante que acontecía. Golpeaban en los muslos, luego se quedaban inmóviles para volver a alzarse un poco después. La hora, los minutos se acercaban inexorables. La pérdida de concentración. No recordaría nada de esos momentos fébriles y mareantes. Nada, solo la sensación de apremio. La seguridad en sí misma no la había abandonado, ni mucho menos pero estaba adormecida esperando el pensamiento adecuado para despertar. Pero no llegaba.
Lo que sí llegó fue el tren. Con ruido, con estridencia, con movimiento. Se acercó y frenó. Paró. Y las puertas se abrieron... entonces se olvidó de todo, de sí misma incluso. Le buscaba a él, buscaba un caminar desafiante, mirando hacia delante, buscando también cruzar la mirada con ela de ella. Verse, sorprenderse y correr sin pensar en nada más. Cuando lo encontró, la carrera fué inevitable. Aquellos ojos oscuros la llamaban de una forma que no hubiera podido ignorar. Pudo ver muchas cosas en ellos, pero decidió dejarlo para más tarde. Corrió, corrió sin perjuicios y sin temores. Chocó contra él y quizá le hubiera hecho perder el equilibrio si no le hubiera abrazado. La reacción por su parte fué algo vacilante, poco acostumbrado al contacto físico, aquel choque tuvo que asimilarlo despacio. Cuando lo hubo hecho, sus brazos se elevaron lentamente y rodearon el cuerpo de ella, estrechándolo contra sí, cerrando los ojos y sintiendola cerca, a su lado, real. Viva.
Por su parte, ella encontró en las formas de él, el lugar donde acoplarse, como si estuviera hecho para ella. Cuando sintió sus brazos en la espalda, se estremeció. Se sentía completa, todo su alrededor había desaparecido. En aquel instante, en el cosmos solamente existian ellos dos. Como una isla flotando en mitad del Pacífico y no tenía ningunas ganas de salir de allí. Por fín le tenía cerca, por fín era real. Una de las manos recorrió el contorno de él, hasta alcanzar el cuello, entonces se puso de puntillas y recurriendo al poco autocontrol que pudiera quedarle, se esforzó en darle la bienvenida. Aunque lo que surgió fuera apenas un murmullo, un susurro.
—Hola, chico malo.


Quisiera decirte algo
algo que no sabes.
Algo que no vas a saber
que no quiero que sepas.
Quisiera decirte que no sé que pasa
que me estoy volviendo loca
por escuchar una palabra más.
Por sentir que estás aqui.
Quisiera decirte que esto es una tonteria
que no te quiero ni lo espero.
Que te echo de menos,
cuando no escucho tus latidos.