Un día me di cuenta de cómo era el mundo: Terrible y hostíl.
Y me inventé un cuento.
Un día me preguntaron cómo era mi vida, y no fui capaz de responder.
Entonces, me inventé un cuento.

[ Distorsión de la realidad ]

Cuentos sobre la lluvia

by Rhea on lunes, 28 de septiembre de 2009





Había empezado a llover y no me había dado cuenta. Y eso que la humedad del aire, era más que evidente. De pronto, mi gato y yo alzamos la cabeza cuando escuchamos un trueno. Él alerta. Y yo, feliz.

Enseguida quise salir a la calle. En mi mente se sucedía la misma imagen una y otra vez. Una niña, con un paraguas grande y bonito, oscuro, en mitad de la calle gris. Su vestido azul eléctrico destacaba en su mundo, y en el mío. Llevaba unas botas altas, quizás botas de agua y una chaqueta. Estaba parada en mitad de la avenida, dentro de un gran charco profundo. Sus botas estaban sumergidas en aquellas aguas negras que parecían las Lágrimas de Pandora. Y su mirada, fija en un reflejo que no podía ver. Pero yo sí. Yo veía su cara ausente de expresión, abstraída, distante, sola; en aquella superficie que hubiera parecido cristal si las gotas que golpeaban con rabia el paraguas de la niña, no cayesen también sobre el charco.

A pesar de esa imagen gris, quise representarla. Y me puse el vestido azul y las botas de vaquera. La chaqueta de cuero. No me pegaba nada, parecía una chica escapada de una peli country, mezclada con la rebeldía de una chica «motera», pero me gustaba. Y pese a que no me pegase nada, era feliz. Seguía siéndolo desde el trueno que me había despertado. O sumido en un sueño. Y cogí el paraguas enorme, con encajes y pequeños puntos blancos. Busqué un charco grande en la avenida. No fue difícil de encontrar, y una vez hube colocado mis pies en la parte más profunda, la irrealidad me llevó consigo. Como si yo fuera esa niña y ella me agarrase suavemente de la mano. Yo la seguí, dejándome arrastrar. Es raro lo de caer en un sueño cuando crees estar viviendo uno. Diluviaba, apenas podía ver más allá de mi brazo extendido. El paraguas temblaba, las gotas chocaban como mil explosiones juntas sobre mí. En mi cielo. Y me gustaba. Era inevitable que no me gustase.

Miré el charco, esperando encontrarme a mí misma “A través del espejo”, pero no fue así. Vi otra realidad rota en cien fragmentos o más.

Aurora Boreal: Parte IV

by Rhea on viernes, 18 de septiembre de 2009

—Una foto—comentó él, como si aquello fuese lo más normal del mundo.
—¿Para qué quieres una jodida foto?—contesté, todavía irritada. Poco a poco, me iba acostumbrando a la oscuridad y una silueta oscura apareció delante de mí.
—¿Vas a seguir haciendo preguntas?
—¿Vas a seguir sin contestarlas?
—Ya veo—dijo, mientras oí sonido de pasos. Por un momento temí que se hubiese ido, y aquella punzada de temor hizo que mi cuerpo reaccionase por mí.
—Eh, ¿A dónde vas?
—Espero que sepas hablar. Tanta pregunta me está haciendo perder el interés…
—¿Interés por qué?—al segundo, me arrepentí de mis palabras. Me tapé la boca, como una niña pequeña cuando la pillan en falta. Sonreí de nuevo en la oscuridad, por aquel juego tan banal y surrealista—. Sé hablar, cuando no me ciegan con un flash… Las luces fuertes atontan.
Él se rió.
—Tú sí que eres una luz fuerte, pero tonta.
—Espero que no siempre seas tan mordaz, o nuestra relación no va por buen camino.
—¿Relación? Ah… perdona, hacer una foto no me vincula a nada. ¿Acaso quieres tener una relación conmigo?
—Ahora eres tú quien pregunta.
—Nunca podré preguntar tanto como lo haces tu…
Los pasos seguían alejándose, y las respuestas rápidas y pícaras de aquel hombre con aroma a promesa, tiró de mi como un amo puede tirar de la correa de su perro. De una correa invisible, que había atado a mi cintura cuando apretó el botón de la cámara. Y yo quedé retratada en aquel instante. Nuestros pasos nos llevaron hasta la fuente, hasta una zona de luz clara, hasta un momento de frío deseo.
Al principio, solo vi su espalda y su culo moviéndose delante de mí. Me mordí el labio, divertida, pero no asombrada. No de momento.
Llevaba una chaqueta de cuero negro, y unos vaqueros oscuros ligeramente ajustados. Y el pelo le caía por detrás, desordenado, con cierta melena. Cuando empecé a divagar sobre como sería su cara, él se giró, y aquella apariencia de marioneta italiana me golpeó de lleno. Mis pasos se detuvieron, y mi mente se rebeló, en alguna parte del subconsciente, contra aquella sorpresa tan hiriente en el orgullo. Con una media sonrisa.
—Joder, que sexy—comentó él, mirándome con intensidad y esbozando una media sonrisa parecida a la mía, o al menos, juguetona.
Intenté entonces, tomar mi rol de female fatale, cosa que no se me daba nada mal cuando llegaba a necesitarlo de verdad. Aquel era un momento de necesidad, y sin embargo, no conseguía sacarla de mi interior. Jodida Alexandra.
Opté entonces, por acercarme a la fuente. Me senté en el borde, mientras le miraba de reojo para sacar más conclusiones. Tendría mi edad, quizá un par de años más. Y sus ojos verdes me taladraron.
—Ya, lo sé. Veo que por fin has dicho algo coherente en esta conversación. Bueno no, al principio dijiste otra cosa.
—¿Qué eres preguntona?
—Preciosa—contesté, con alevosía.
Le miré de reojo y vi que guardaba su cámara réflex en una especie de mochila que traía consigo, sin embargo cambió de opinión y se acercó con una determinación inquebrantable hacia mí. No me dio tiempo a extender la mano cuando él ya posaba sus labios en mi mejilla y disparaba de nuevo.
Aquella noche, en aquellos momentos donde mi vida estaba siendo inmortalizada en la cámara de un total desconocido, donde mi piel había osado tocarse con la de un hombre cualquiera, con aspecto de ángel de miguel ángel, donde mi alma quería reír, divertida por los momentos compartidos y porque sabía, de algún modo, que aquel chico no quería tener mi cuerpo, si no solo mi imagen y mi alma… Aquella noche, supe que había encontrado a mi media persona en el mundo. Y lo mejor, es que no lo amaría ni esa noche, ni ninguna otra.
Porque mi amor no estaba reservado para mi fotógrafo de mentiras y banalidades, a pesar de que fuese más tarde lo más importante en mi mundo.
Pero eso es adelantarse bastante a la historia, y yo en aquel momento, supe que había dado con aquella falla en la realidad.
Que dos seres sobrenaturales se habían encontrado, chocado y mirado. Y ya nada, nada para muchas personas, volvería a ser lo mismo.

¿Que ves?

Filed Under () by Rhea on martes, 15 de septiembre de 2009


No estoy sola...
¡Ah! Tengo un secreto. Sssssh, no se lo digas a nadie... No soy un mounstro, de verdad.
Bueno, quizá un poco mala. Pero... pero ya está...
Complicada, e inalcanzable. Egoista.
Pero no un mounstro.
Y tampoco sola.

Explicaciones

by Rhea on domingo, 13 de septiembre de 2009


Escribo con la última canción que (de momento) me han pasado de fondo. Surrender, Billy Talent. Es de esas raras veces que quiero música, quizá las emociones extremas me hagan volverme un poco humana y tolerar que la música entre en mi vida y por una vez, escribir a su son. Aunque he de decir que cuando estoy muy aburrida, o en el autobús, también dejo que me entretenga...
Tiene la rara capacidad de hacer recordar, o imaginar. O imaginar recuerdos como me han demostrado hoy, es posible.

Sea como sea, quería hablar hoy sobre el proyecto de Aurora Boreal, sobre todo para que conozcais un poco la historia y los por qués. Es... bien sabido por toda la comunidad que me frecuenta, que detrás de todo lo que yo hago, casi siempre (por no decir siempre, aunque suele haber excepciones en todo...) tiene un motivo. Y, una historia y lo que aparece en ella, no puede ser bajo ningun concepto, una de esas raras excepciones.
Lo que no significa que tenga un por qué claro. De todos modos, intentaré contaros lo que sé.

Aurora Boreal, nació sin nombre, sin protagonista y sin trama. Sigue sin tener trama, pero encontró su nombre y su protagonista está tomando forma entre las líneas que forman nuestro pensamiento, el suyo y el mío.
Lo único que se me ocurrió, fue una pequeña escena. Un pequeño atisbo de luz fuerte en mi oscuridad literaria, ya sabeis... Inspiración, lo llaman. Solo que sigo sin tener inspiración, musa y basicamente, no tengo nada que me motive cuando lo necesito... Pero tengo algo que contar. Y eso es bastante. En fin, la escena no era exactamente como la imaginé. Estaba bebiendo un café, y el café apareció en mi historia como un detalle importante y embriagador (ah, café de caramelo...), era de noche y tenía en mente sueños de independencia. Una vida en otro sitio, unos años más y un poco de dinero con tres o cuatro pequeños caprichos. Todo aquello giró y dió como resultado un pequeño fragmento donde, la mujer que lo narraba, compartía algunos gustos conmigo, pero portaba ese aire crítico y de esperanza realista que más tarde empezó a condensarse para crear una figura en la niebla. Pedí a algunas personas, que me dijeran como creían que era ella. Y casi todas me dijeron "¡eres tú!"... pero a mi no me gustó aquello. No quería otro autoretrato, quería algo nuevo, diferente, ponerme en la piel de otra persona y entenderlo. Entonces, mi última persona me dio una respuesta satisfactoria.
Y, consiguiendo aquello, solo me quedaba encontrar el nombre.
Aurora vino de la mano de un consejo (Gracias, G), y me pareció bastante adecuado y contradictorio. La aurora que despunta por la mañana, la claridad que ilumina el día tras una noche oscura...
Nuestra querida Aurora vive de noche, por lo cual es una paradoja... Sin embargo, el nombre completo de la historia acudió cuando, de pronto, me vino a la cabeza la Aurora Boreal. Aquella luz mágica que solo se ve de noche, que ilumina la oscuridad mezclándose con ella, siendo parte del fenómeno que es la noche... Sin dejar de ser luz, luz de colores. Era perfecto para ella.
Pues bien, llegados aqui teníamos a la chica en proceso, el nombre... pero seguía faltando la historia, la trama. Sé que quiero que sea de ella, pero no sé que haré que se cruce en su camino para conseguirlo.
La historia me escribe, por desgracia, no soy yo quien lo hace con ella. Solo hay que esperar, a ver qué quiere contar.

También llegé a la conclusión de que mi escritura no es para entretener. Que es de esa clase de textos profundos y con metáforas, alusiones y dobles sentidos. Filosofía inexperta y juegos de expresiones. De ese tipo de escritura en la que te tienes que parar a pensar, que no puedes pasar por alto. Que requieren un mínimo de comprensión. Son complejos, además. Me encanta hacer personajes donde lo bueno y lo malo se confundan y la línea se haga extremadamente difusa...

¡Hasta aquí!

Aurora Boreal: Parte III

Filed Under () by Rhea on viernes, 11 de septiembre de 2009

Sea como fuere, cruzaba el paso de peatones, aún distante del mundo que todas las noches me acunaba en sus brazos. Más pendiente de aquel aroma etéreo que llegaba hasta mi subconsciente, haciendo despertar una curiosidad que creía bastante dormida. Si mi camino sería el de la derecha –odiaba los pares, y como consecuencia, su relación con la derecha-, el que tomé por instinto fue la izquierda. Adentrándome por el camino de los Sauces hacia la fuente de los deseos del parque. O de las mentiras, cuando en mis días más afilados osaba acercarme por allí. Me irritaba, entonces, el mero recuerdo de aquella palabra. Deseos. ¿Por qué no decir estupideces? Yo solo conocía un tipo de deseo y era uno que consumía las entrañas del cuerpo, hacía arder el interior y conectaba de un modo que solo así se podía conectar. Y, lo peor, es que creaba adicción. Sonreí en la oscuridad del parque, mientras mis zapatos ligeramente altos, pisaban la arena y la hacía crujir. De pronto, no sabía muy bien por qué, sentía calor. Quizá, pensé, en un arrebato de locura; podría tirarme a la fuente cuando llegase. Bañarme en todas aquellas monedas doradas y aliviar un poco ese ardor de piel que estaba sufriendo. Me reí de mi estupidez, que no quisiese pronunciar lo que me pasaba no era motivo para que hablase de ello como una enfermedad misteriosa.
Relacioné las demasiadas horas durmiendo con sueños que hubiese podido tener. Y con ellos, mi excitación evidente. Me regañé mentalmente, pero es que nada en el día estaba teniendo coherencia. Nada… ¿Necesitaba preguntarme por qué? Quizás la pregunta correcta sería, ¿Por qué no?
Entonces, al llegar al claro de la fuente, me quedé inmóvil. Forzando los ojos en la oscuridad porque, más adelante, había una figura. Una figura que emitía destellos intermitentes, iluminando como pequeñas explosiones de luz su alrededor. Pude ver poco, porque aquella visión extravagante me sedujo. Y, cuando menos me lo esperé, aquel flash me estalló en la cara.
—Perdona… ¿Estás bien? No... Dios, has salido preciosa.
Aquella voz surgía de la nada.
—¿Qué?—murmuré, mientras parpadeaba intentado adaptarme a la luz—. Qué imbécil, ¿Qué has hecho? Me has cegado… joder…
Me froté los ojos varias veces y extendí la mano, no sé exactamente por qué. Y toqué algo, un cuerpo humano. También escuché algo, una risa. Y olí un aroma que compitió con el de café que desprendía. Tremendamente masculino, que me acariciaba sutilmente…

Aurora Boreal: Parte II

Filed Under () by Rhea on miércoles, 9 de septiembre de 2009

Sonó el dichoso reloj de la pared. Solamente sonaba a las doce en punto, y era una hora jodidamente crítica, porque tendría que estar cogiendo las llaves de casa y corriendo para coger un tren. Y sin embargo estaba allí, en ropa interior, con la piel erizada por la brisa contaminada nocturna, con una taza humeante en el alféizar filosofando sobre la vida en mi mundo. Llegaría tarde.
Con reticencia, me separé del ventanal del salón, y lo cerré, dejando las cortinas descorridas. Miré un instante más los coches que pasaban por la calle y me vestí rápidamente con lo primero que encontré tirado por ahí. Resultó ser un vestido corto, negro, con mangas largas de campana, con bonitos encajes en el borde. Al final decidí pasarme una cinta oscura por el pelo, para retirármelo de la cara y que por lo menos, se viese clara mi mirada. Si lo conseguí o no, nunca llegué a saberlo, porque nunca llegué a trabajar aquella noche.
Sé que mi apariencia debía ser apetecible, porque aquella noche me mordieron como si fuese el manjar más exquisito. Comida de dioses. Otra de esas cosas que solo pasan de noche, nos convertimos en dioses terrenales, objetos de oscuros deseos y pasiones prohibidas que, de pronto, dejan de estar tan prohibidas.
No hay respuestas a las eternas preguntas “quien eres” “que quieres de mí”. Sabes lo que la otra persona quiere de ti, y tú puedes dárselo o no hacerlo. Te ofrezco sexo, ¿me das a cambio tu vida? Es droga, ¿me das una buena historia? O mi preferida… ¿Qué te doy, a cambio de la llave de tu verdad?
Apenas miré el ático en penumbra cuando cerré la puerta con llave y corrí hacia el ascensor. Menudos pensamientos, ¿qué película había visto por última vez? Me había afectado muchísimo. Eso pensé. Había releído El mundo de Sofía pero nunca me había dado evocar cosas tan degradantes.
Intenté evitar seguir dando vueltas por los rincones de mis ocurrencias, y pulsé el botón de la planta baja. Tras esperar unos minutos, me di cuenta de que estaba estropeado y me faltaron segundos para abrir de nuevo la puerta, malhumorada y pensar unos cuantos improperios contra la mala suerte. Me agarré de la barandilla de metal elaborado con filigranas bastante bonitos y me lancé por los escalones de dos en dos. Ni me fijé en las figuras, ni me fijé en que las luces estaban apagadas y podía tropezar. Seguí bajando hasta que ya no hubo más escalones que saltar y las mejillas estaban encendidas, por el esfuerzo. Pasé como un suspiro por el alto y elegante recibidor y abrí la puerta de la calle.
La realidad no me golpeó, como podía haberlo hecho, porque nadaba en ella día tras día. Segundo tras segundo. Más bien fue la inestabilidad de la fantasía lo que me arrastró consigo.
Quise reír y añadí otro nuevo comentario a mis pensamientos.
Otra cosa particular de la noche, otra cosa que solo podía suceder en esa hora bruja… Algunos días, algunas noches, la lógica rompía como las olas contra las rocas. Se deshacía en espuma y tardaba un rato en volver a engancharse, a fusionarse con el mar.
Supe, como sabes cuando la lluvia va a caer por la humedad en el aire, que en aquella noche, había una fisura en la realidad.

Puse un tacón en la calle y la mente en el aire. Las ideas empezaron a flotar a mí alrededor, como todas las noches, esperando que escogiese a cual prestar atención. Empecé a caminar con dirección el metro, pero algo atrajo mi atención. Algo que no supe identificar. El clima estaba revuelto, las sirenas no estaban lejos, las voces eternas de los invisibles caminantes se alzaban como el humo de un incendio, haciendo toser, haciendo que quieras ponerte unos cascos y subir el volumen de la música al máximo. Porque no es agradable… no siempre.
Aquello, era lo más tranquilo que el centro podía ofrecer. Cerca de un parque con frescos árboles y mucho polvo de hada. Un parque que había sido profanado mucho tiempo atrás por la devastación de una humanidad egoísta y pragmática.
Me gustaba pasear con la moto por la avenida, sentir el aire más o menos limpio en la cara, oler a nuevo, a inhumano, pero hacía unos meses que la tenía descansando en el garaje del bloque de pisos, sin dinero suficiente para la gasolina. Asique solía ir en metro a todos sitios, disfrutando del ambiente tranquilo del subsuelo donde, casi siempre, el único ruido perturbador era en vaivén del tren. No costaba demasiado, pero, no obstante, los viajes eran pagados por cortesía de mi hospital. No podían subirme un poco el sueldo para poder comprar Gasoil, pero podían pagarme un Abono todos los meses. Negué con la cabeza, mientras cruzaba el paso de peatones. No era una avenida muy ancha, lo suficiente para que pudiesen circular con comodidad, coches de doble sentido. Había muchas farolas, eso sí, que iluminaban La Tierra como estrellas en el cielo nocturno. Ésas, son nuestras estrellas, para la gente que dejamos de soñar con lo imposible. Y solemos pedir que luzcan un poco más, lo justo para poder llegar a casa y respirar tranquila a altas horas de la madrugada. Nuestra esperanza se limita a la seguridad que una luz difusa pueda llegar a proporcionarnos. Nuestros sueños desaparecen en el firmamento como cuando diriges una linterna hacia arriba, intentando iluminar la oscuridad del infinito.
Era el centro residencial, un montón de edificios juntos, unos más altos que otros, con bonitos balcones que se extendían como las ramas de un gran árbol. Todos éramos parte de ese árbol, solo había que determinar si eras un mísero insecto, un libre pájaro o una mortífera serpiente.
Yo no sabía exactamente como considerarme. Era demasiado parte de los demás, pero a la vez, muy parte de mí misma. Era la lluvia que mojaba la tierra y que corría por el rostro de todos, mientras abrían sus bocas lamiendo las gotas. Pero también era aquella vividora de las emociones que pudiesen ofrecerse. Expectante de las cosas que aún no habían llegado hasta mi. Excéptica y poco fiel, amante y muy amada. Había matado a mis dioses, y no los echaría de menos.

Aurora Boreal: Parte I

Filed Under () by Rhea

¿Qué pasaría si un día, al despertar, fuese un gato? Todas las noches, al abrir los ojos al nuevo día, me planteaba la misma pregunta y depende de lo que mi mente conteste, así me iría la vida. Es algo que llevo haciendo desde bastante pequeña, y ahora, a mis veinticinco años de edad, no puedo quitarme esa manía. Es lo que me ayuda a levantarme con buen humor porque, levantarse de noche, cuando la gente normal está durmiendo, no es muy agradable. O si. Depende. Ya, ya lo sé, todo depende del prisma con el que se mire. Por eso, a veces me despierto bien, y a veces mal.

Esa noche no me levanté demasiado bien, de hecho, se podría decir que me levanté de pena. Con los pelos indomables y cuatro horas más tarde, lo justo para no poder lavármelo y sólo poder conformarme con una ducha de pocos segundos. Así que, cuando me puse delante del espejo sabía que iba a ser una batalla perdida. A ver, como llevase la melena leonina esa noche me daba igual, lo que me importaba más es que esa noche no iba a ser de mi agrado. Podía ser una corazonada, no lo sé, pero todas las cosas que iban pasando, iban saliendo mal. Despertarse tarde, el edredón especialmente revuelto, el desastre caótico de mí alrededor, las sirenas de las ambulancias, el pelo indomable y el café demasiado caliente que estaba a punto de tomar.
Si las ambulancias sonaban, es que había pasado algo por mis alrededores. No era algo raro, pero era de noche, y los sucesos siempre pasaban en ese momento, asique me tocaría verlo al salir del portal. ¿Qué sería? ¿Un niñato amenazando con quitarme la vida si no le dejaban en paz, a él y a su heroína? ¿Un accidente de borrachos cabreados? ¿Un robo con violencia? Nada me sorprendía ya.

El suelo, cuando lo pisé, estaba frío. Muy frío. Me di cuenta de que había dejado la ventana del salón abierta, asique me aproximé a ella con mi café humeante entre mis manos. Aquel titánico choque de temperaturas, hizo que el vapor del café fuese aún más denso. Una neblina blanca me rodeó, inundándome de un agradable olor a café recién hecho. Supe que llevaría aquel aroma impregnado en la piel unas cuantas horas más, porque de noche, el tiempo no pasa de igual modo que por el día. Una gota podía tardar en alcanzar el suelo mucho más tiempo, como si la gravedad misma también se hubiese dormido. O, quizá, nuestra percepción del mundo cambiaba. Y las leyes que lo regía.
Los que habitamos por la noche, somos seres diferentes. Con la piel más clara y un humor más taciturno, o más fresco, depende de quién seas. El romanticismo de la luna y las estrellas, hay que dejárselo a los novatos en este mundo. Cuando pasan un par de años viviendo así, dejas de mirar al cielo para centrarte en quien de acompaña al lado. Y si su mano está peligrosamente cerca de tu bolso. Bajas a la tierra, como decimos. Empiezas a asimilar tu verdad.
De noche, todos los gatos son pardos. Dicho popular. Pues bien, no es verdad. Y quien lo dice es porque está completamente cegado por la luz del sol. Y es una pena, porque la noche está llena de brillantes colores artificiales que la gente común y corriente no ve.

La felicidad no se busca, se encuentra. En el fondo de una copa de Martini.
En el ruido del motor por la avenida desierta. En el humo blanco que el café regala cuando te asomas a la ventana.
En el orgasmo que se ha quedado atrapado entre las sábanas. En las luces de colores de un ático en el centro.
Te encuentra, te golpea, como un desconocido que te para por la calle y mirándote a los ojos susurra “Te amo”. No lo entiendes, ni quieres entenderlo, simplemente niegas y te alejas, pensando que se ha equivocado.

Aquí ignoramos la felicidad porque pensamos que se ha equivocado de persona.

La idea de una villana

by Rhea on domingo, 6 de septiembre de 2009


Voy a contar una historia. De esas que yo adoro. No sé que va a salir, ni siquiera voy a poner raciocionio a mis palabras. Lo que piense, mis dedos lo escribirán, ¿vale?. Sorprendámonos. Bueno, iba por... Ah si, por los cuentos que yo adoro pero nadie me cuenta. ¿Por qué nadie cuenta cuentos? Vamos a ver, no tienen por qué empezar por "Érase una vez..." un príncipe y una princesa, con un dragón -siempre me identifiqué con el dragón-, ni siquiera tienen que empezar. Me vale incluso si ya están empezados. Me gustaba el dragón porque era un villano super pro. Y hace poco he llegado a la conclusión de que los villanos con transfondo... molan. ¿Y sabes? ¡No son villanos! Son seres, héroes que la gente no reconoce porque es demasiado simple. De eso sabemos muy bien Annie y yo, que somos villanas. Y, sinceramente, me encanta ser una persona anormal. Porque también lo somos y que cada uno entienda esa palabra como mejor guste.
Esta noche he intentado filosofar sobre el mundo nocturno pero me ha salido el tiro por... por donde esta mañana me salió a mi el mío. Fallando. Jajaja -risa maligna, por supuesto, digno de cualquier malo...- Y como últimamente nadie que pueda entenderme me escucha, pues a joderse, los pensamientos se me amontonan, y tengo mucho que decir pero nadie a quien decirlo. Y me río más, porque me cabreo. ¡Oh si! ¡Soy una niña muy mimada! Y es odioso, por cierto. No lo digo como si estuviese orgullosa, ni como si reconociese un error pero dijese "bah, en el fondo no me importa" joder, es una verdad y sé que es algo que de momento no va a cambiar... Incluso si se me dá un ultimatum... ¿Quien iba a darmelo? Jajaja -risa malévola de nuevo-, mamá ya lo a intentado y es la única persona un poco capaz de hacerme entrar en razón... En cuanto a eso. Qué se le va a hacer, algún día aceptaré por mi misma que el mundo no es como yo quiero verlo. Ni como yo quiero que sea. Por eso tengo mi límite, por eso la gente no pasa. Joder, y no es plan de arrepentirse por haber dejado pasar a quien pasó... Pero claro, tratas de ver las cosas y las ves, si, muy bonito, como deberian ser, pero luego tratas de aplicartelo a ti misma y ¡Ah amiga, que jodido! Creo que los villanos son inadaptados que no consiguen el mundo como lo quieren. Y luchan por él. Ah, que egoistas, quizá los villanos sean un poco egoistas.
Buah, me da igual como sean.
A mi el dragón me molaba mil, porque volaba, y echaba fuego por la boca. Y era poderoso y ni de coña el principito fortachón podría matarlo. Es algo que los débiles humanitos se inventaron para tener fé y esperanza.
Una metáfora muy cutre, por cierto.
Y hasta aqui la historia.
Titulemosla... "La idea de una villana" No sé por que el titulo, pero mola la palaba Villano.

Villano, villana, villano, villana...

Noche de reflexión estúpida

Filed Under () by Rhea

A veces siento eso que llaman "claustrofobia". Pero, ¿como se puede tener claustrofobia a algo que ni siquiera es material? Es un concepto, es algo a lo que alguien le puso un nombre. Gente anónima creando algo anónimo. La vida. Vida, ¿que es vida? ¿Y que es cada palabra que pronuncio? Cuando me paro a pensarlo, el sentido de las cosas se escapa y se queda solamente un cuerpo idiota que no sabe en qué idioma pensar. Porque todos carecen de sentido, todo son palabras que no tienen ningún significado. Como si te plantases en medio de Japón y dijeses un "Hola" español a cualquiera de sus habitantes. ¿Que te responderían? Y aunque supieses japonés, parate a analizar la palabra que contestarían. Tendría el mismo efecto, correría a desaparecer de la razón.
Asique he llegado a la conclusión de que ha de existir un lenguaje universal. Uno que todos entendemos, uno que no hace falta palabras ni significados. Una mirada no significa nada, nada que pueda ser expresado de otro modo. Ni hace falta explicarlo. Se siente. Ya está.
Me dá la impresión de que el lenguaje ha sido creado por un idiota que decidió estropear la humanidad. Si, creó algo hermoso, creó algo que puede hacer tanto soñar, como herir. Pero también nos dio varias cosas que crean mi claustrofobia.
Dejamos de entendernos. Dejamos de ser capaces de expresar. Creamos la frustración, la imposibilidad de decir lo que sentíamos. Y llegó la búsqueda de algo más, de algo que un idiota, sin preguntar, decidió robar.

No sé por que me ha salido esto. Ni siquiera tiene nada que ver con como me siento. Pero es de noche, y la noche es imprevisible... ¿Que le vamos a hacer? Yo no quiero cambiarla.
Esta noche he visto estallidos de Verdad, me he emocionado y un idiota, sin preguntar, me ha quitado la emoción.
Asique ahora solamente vuelvo a ser un ser cabreado. Excesivamente hormonado emocionalmente, y dificilmente aguantable.
Vuelvo a ser yo, sin morfina para mis pensamientos hirientes, sin Vicodina como House para flipar y sacar teorías de lo más alucinantes.
Echo de menos el desenfreno de una fiesta que no es la tuya. Y de unos fuegos artificiales que, con cada estallido, te estalla algo por dentro y, para ignorarlo, decides fotografiarlos.