Un día me di cuenta de cómo era el mundo: Terrible y hostíl.
Y me inventé un cuento.
Un día me preguntaron cómo era mi vida, y no fui capaz de responder.
Entonces, me inventé un cuento.

[ Distorsión de la realidad ]

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by Rhea on lunes, 8 de junio de 2009

Creo que en estas edades las preguntas se suceden una y otra vez, rondan a las personas y luego cambian hacia la siguiente, haciendonos pasar a todos por la misma angustia. Ahora mismo no siento ninguna en realidad.

Soplaba aire y hacía frío, pero ella era una dama de hielo y no lo sentía. O había dejado de sentirlo, quien sabe. El agua estaba helada, el lago era una pista de patinaje. Los árboles, hermosas esculturas de hielo derretido y vuelto a congelar formaba grotescas formas, brillaban bajo la luz de la luna como si tuvieran soles dentro y las hacían refulgir. Diamantes, platino, zafiros... Colores fríos, como ella. El aire soplaba a veces y jamás encontraba obstáculo alguno en el que detenerse. Ella lucía vestidos de ensueño, corsets negros que ocultaban sus formas y creaban otras nuevas, faldas voluminosas de colores como el turquesa y el blanco. Su pelo, negro y de media melena jamás se levantaba ni alzaba con el viento, porque el viento la rodeaba y no osaba tocarla. Lo único que podría hacerla sentir, aunque fuese molestia, la pasaba por alto. Y eso la dolía, pero no tenía lagrimas y tampoco quería derramarlas. No las sentía como parte de su ser aunque a veces la habían traicionado. Ocasiones contadas ya olvidadas en la inmensidad del tiempo. ¿Y qué hacer? Paseaba sin rumbo, sola, con la compañía y el "calor" de la Luna, buscando algo que la despertase de su eterno, bello y único reino blanco o por lo menos, que rompiese con la capa de hielo que se había instalado en el lago. Aunque, a pesar de eso, también la destruyese a ella. Se miró entonces en el reflejo helado y se vió como no era. Entonces quiso creer que no era así, pero no tenía ganas de vencer a sus sentidos. Se quedó allí, arrodillada, extendiendo la mano a su pobre reflejo y tocando sus rasgos, creyendo que tocaba los suyos propios y se extrañó de no sentir nada. Y, furiosa, golpeó la superficie de frío, astillandola. Ocurrió que apareció algo nuevo en aquel mundo cromaticamente claro. El color rojo, y el dolor. Y no le importó, le gustó. ¿Existía algo más que el dolor y la monotonía? Por lo menos, sintió algo diferente. Electrizante. Rojo... Se tintó los labios con aquel nuevo descubrimiento en su vida, y aunque la mano no dejaba de manar cosa escarlata, se sintió contenta al verse diferente. ¿Verse? Sentirse, ya no podía verse.

Mi vida sin saltos, mi vida sin distracciones. Quizá esté bien así, con pequeños destellos, sin grandes luces. O quizá no... ¿Qué es lo que busco? ¿Qué es lo que espero?
No tengo a nadie a quien querer, tampoco me importa. Tengo a personas a quien querer, que me calientan los suficiente como para no dejar que me pierda.

Las cosas desde entonces son diferentes. Ya no amo. Ahora odio.
¿Y sabes qué? Me siento bien, libre, yo, diferente. Siento que puedo volar, me siento orgullosa de haber escapado de tí, aunque a veces añore. No lo cambiaría por nada.
Soy capaz de dar, de dar a quien quiera recibir, pero he de advertir algo: Si tomas, te comprometes. Quizá no ahora, pero a la larga me volveré insoportable, pediré, complicaré, seré arrogante, seré dulce... ¿Que más crees que puedo llegar a ser?
Seré fría y fuego.

Fuego.
¿Por qué piensas que hablo de hielo siendo fuego?
Ah...